EL ZAPATERO - REFLEXIÓN SOBRE HUMILDAD Y SACRIFICIO

EL ZAPATERO


En una zapatería se encontraba trabajando un anciano en unos zapatos que debía entregar ese mismo día. Entonces la jornada era norma.

Pasado unas horas, la puerta de aquel local se abrió, de la cual cruzo el dueño de los zapatos. El viejo, levantándose de su lugar de trabajo, recibió a aquel señor, diciendo:

- Buenas tardes, señor. – después pregunto: - Viene por los zapatos, verdad.

A lo cual el dueño de los zapatos, contestó:

- Buenas tardes. Sí, sí vengo por ellos. Ya estarán, señor. – preguntó el dueño de los zapatos.

Entonces el anciano respondió amablemente:

- No, aún no los término. Pero los tendré en una semana más porque…- interrumpiéndole el dueño de los zapatos, y con una actitud más impulsiva y hostil, reclamo:

- Es que me tiene así desde hace una semana, y la verdad es que necesito mis zapatos. Por lo menos dígame si ya va más de la mitad de la reparación – pregunto con la intención de identificar si aquel viejo por lo menos trabajaba.

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Entonces el viejo, sin contestar de momento, fue por los zapatos y los puso en el mostrador, y luego respondió: - La verdad es que apenas empecé hoy a repararlos – dijo con un tono grave y algo rasposo, pero hablando con toda la franqueza posible.

El señor que reclamaba los zapatos, después de escuchar lo anterior, se exalto tanto que hizo llorar al anciano, pero éste aún con ganas de acabar su trabajo, propuso lo siguiente: 

- Mire, Señor, sé que no acabe de reparar sus zapatos, pero la verdad es que mi esposa ha estado enferma y hoy recibí la noticia de que quedara desahuciada, así que tuve que buscar la manera de animarla estando con ella. Sé que no es un buen motivo, pero permítame acabar este trabajo, y le cobro la mitad. – Terminó de hablar el viejo, limpiándose el rostro.

El dueño de los zapatos, se sintió tan mal que la vergüenza que recaía en él, le pesaba tanta que agacho la cabeza para demostrar que sentía mucho lo que había exclamado, luego reponiéndose de este momento penoso, pudo decir lo siguiente:

- Lo siento, señor, no sabía de la situación que estaba pasando, ahora que lo veo claramente, los zapatos no son tan necesarios, como usted sí lo es a su esposa. Dejaré mis zapatos y le pagaré lo justo, más un cien por ciento adicional como muestra de mi condolencia hacía su familia, aunque sea poco, solo véalo como algo representativo.

Y así después de este mal episodio, tanto el viejo de la zapatería como el dueño de los zapatos, quedaron de acuerdo para la siguiente fecha de entrega.

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